12 junio 2008

Datamatrix.


Verbatim RiSe se atribuyó el atentado. Un cross-over entre el mundo real y el virtual. En paradas de autobús, en señalamientos de tráfico, en varios aparadores, en el menú de un restaurante, en el espejo de algunos baños públicos así como en vestidores de tiendas; en la butaca de un cine o entre los asientos de un camión urbano; en el aeropuerto, en las defensas de los autos, en plazas y en bancas, cientos de stickers datamatrix animaban a las personas a leerles con sus aparatos digitales. La gente se sorprendía cuando, aparentemente, no sucedía nada. Pero no era así. Cada vez que un transeúnte escaneaba un datamatrix encontrado, algún avatar de Second Life que estuviese en ese momento conectado a un juego virtual alteraba su código estructural y cambiaba drásticamente de forma. Es decir, se deformaba, además de inmovilizarse.

O mas bien, según el atentado de Verbatim RiSe, se transformaba en una escultura, una pieza de arte digital para ser admirada. Esto revertía de alguna manera la teoría inicial de Zizek con respecto a la actividad virtual, la cual requería una cierta inactividad de usuario en el mundo real para que esta se llevara a cabo en el virtual. El “atentado artístico” pretende ser una crítica contra la infraestructura social, tecnológica y perceptiva. El paralelo con el mundo real es absurdo porque su desarrollo no es más que una copia de muy mal gusto, especificó el artista a través de internet. Verbatim RiSe ya había sido expulsado -con otros pseudónimos- de Second Life en dos ocasiones, una de ellas por hackear el juego Odissey y otra más por atentar exitosamente contra un performance virtual.