05 junio 2008

Siete. (1.)


No sé que hora es exactamente. Me encuentro en la entrada de una construcción en obra gris, con la fachada cubierta por láminas, plásticos y avisos de precaución. Al introducirme, me encuentro ante un enorme túnel de Pvc, una versión escalada del Tarantara, de Anish Kapor. Al otro extremo del túnel-pabellón, un custodio me abre la puerta y me invita a pasar. Me encuentro en una antesala vacía. Menciono en voz alta el nombre de mi amigo -el cual omitiré por razones de seguridad- y del fondo del lugar escucho su voz que me responde. Detrás de un chirrido se desliza una compuerta de metal.

La sala en la que entro es un estudio muy grande, y a pesar de la frialdad del interiorismo, ofrece seguridad y comfort. Hay aparatos electrónicos montados en elegantes estanterías de acero inoxidable; una larga mesa de diseño danés soporta cuatro computadoras MacPro con toda su periferia de hardware; una de las paredes sostiene un par de monitores Lcd H&K. Frente a estos, una sala modular de LeCorbusier de seis piezas, mesa de centro y matraces-florero incluídos. Más allá alcanzo a ver una pequeña cocineta hi-tec y una mini-cava. Un verdadero lujo para el lugar donde estamos. Mi amigo me recibe calurosamente y me pide que me ponga cómodo, que en un momento me explicará de qué se trata todo esto. Saludo a tres de sus asistentes y elijo un sillón LC-3 para sentarme. Desde ahí hago otro recorrido visual y me doy cuenta de la ventaja de trabajar con asociaciones de muy alto nivel.